Un opositor andaluz planta cara al sistema y renuncia al segundo examen tras aprobar con notable para denunciar las injusticias de los tribunales

¿Te imaginas pasar meses pegado a los apuntes, sacar un notable y, aun así, plantarte? Pues eso mismo ha hecho un candidato de las oposiciones de Secundaria en Andalucía. A sus vecinos de academia les suena a locura, pero él lo tiene claro: no hará el segundo examen. Dice que, con esta espantada calculada, quiere denunciar un sistema que, según él, “está destruyendo vidas” a golpe de tilde mal puesta y criterios cambiantes.

¿Quién le pone cara a esta rebelión?

El protagonista prefiere no revelar su nombre, pero sí su calificación: “Mi nota es un 7, pero no haré el segundo examen”. Con ese notable, al que llegó tras descontarle 0,5 puntos por una falta ortográfica “un tanto dudosa”, ha pasado la primera criba de la especialidad de Latín. No obstante, sostiene que continuar sería legitimar un proceso que tacha de arbitrario.

En su tribunal se sentaron 142 opositores repartidos en dos mesas y solo unos 30 lograron aprobar, pese a que había 50 plazas. Para él, dejar 20 vacantes sobre la mesa en pleno declive de las clásicas no es culpa de los aspirantes, sino de unos tribunales “obligados” a pedir la perfección absoluta.

¿Qué hay detrás de la nota y de las quejas?

El opositor relata que compañeros de Historia, con notas de sobresaliente o notable, han visto sus exámenes invalidados por cometer las famosas “cinco tildes” vetadas por la Junta. Él lo resume con ironía: “En 20 folios escritos y tras 5 horas de sudor, ¿quién no se equivoca?”.

Además, subraya que la interpretación varía según a qué puerta llames: “No todos los tribunales son iguales”. Lo ilustra con un ejemplo nada académico: “Si la RAE dice que es correcto, pero el corrector de turno discrepa, pierdes medio punto… o el examen entero”.

Las cifras que ponen en evidencia el filtro ortográfico

Hablar de ortografía parece cosa menor hasta que pasan la guillotina: candidatos que acariciaban la plaza se desploman por cinco tildes o por palabras que el propio diccionario avala. El opositor lo llama “vanidad” o, en el peor de los casos, “maldad”. Para él, la falta está en la humanidad de los correctores, no en la gramática.

Las consecuencias no son solo numéricas, plazas desiertas y notas desinfladas, sino emocionales: “Están destruyendo la autoestima de personas que comen lo mismo que yo y dan clase en el mismo sitio”, lamenta.

¿Realmente es falta de humanidad o exceso de celo?

El afectado no cuestiona que existan reglas, sino la rigidez con que se aplican. A su juicio, los miembros del tribunal, ya con plaza fija, olvidan la presión del opositor que se juega el futuro en un examen maratoniano. “Les piden algo que ellos mismos saben que no podrían hacer”, sentencia, con un toque de rabia contenida.

De ahí su decisión drástica: no cree en el sistema y prefiere visibilizar el problema antes que competir en una “carrera de androides”.

Qué puedes hacer si te ves en esta situación

Antes de tirar la toalla, o renunciar al examen, conviene valorar todas las opciones.

  • Revisa el baremo oficial: comprueba cuántas faltas ortográficas invalidan tu prueba y qué tipología se considera error grave.
  • Solicita la copia de tu examen: la normativa permite verla y, en su caso, pedir una doble corrección.
  • Recurre por escrito: si detectas una valoración incorrecta, presenta alegaciones dentro del plazo establecido.
  • Únete a plataformas de afectados: compartir casos y estrategias de defensa, refuerza las reclamaciones colectivas.
  • Consulta a un sindicato o asesor educativo: pueden orientarte sobre recursos administrativos y plazos.

Tomar estas medidas no garantiza revertir la nota, pero sí añade transparencia y presión para que quienes corrigen asuman su parte de responsabilidad. Al fin y al cabo, la perfección ortográfica existe, pero los humanos, tribunales incluidos, rara vez la rozamos.

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