Una empresa de jamones lanza una seria advertencia: nunca cometas este error al disfrutar de tu tostada de jamón

Piénsalo: suena el despertador, te arrastras a la cocina y, medio zombi, pones a calentar el pan. En tu cabeza ya ronda esa combinación gloriosa, jamón ibérico y café recién hecho, que convierte cualquier martes corriente en algo más llevadero. Puede que incluso te des el capricho de un buen aceite de oliva virgen extra o de un tomate rallado. Hasta aquí, todo perfecto. Sin embargo, hay quien, con la mejor de las intenciones, mete la pata y arranca de cuajo la parte blanca del jamón. ¿Te reconoces? Pues, según los maestros de Jamones Tartessos (fundada en 1890), lo tuyo roza el sacrilegio gastronómico.

¿Por qué algunos le quitan el tocino al jamón de la tostada?

La escena se repite a diario: alguien aparta la grasa “para que no engorde” o “porque queda más bonito”. Este gesto, aparentemente inocente, supone perder alrededor del 40 % del sabor y más de la mitad del aroma que aporta el ibérico, explican desde la fábrica de Cumbres Mayores (Huelva). Además, el tocino no es un simple “extra” calórico: en 100 g de jamón hay aproximadamente 0,68 mg de vitamina B1, 0,34 mg de B6 y 1,10 µg de B12, nutrientes esenciales para el sistema nervioso.

Para rematar, la grasa infiltra lentamente el pan caliente y crea esa película jugosa que ningún spray de aceite logrará igualar. Por tanto, retirar el tocino es comparable a pedir un café solo… y quitarle el café.

Tres razones de peso para dejar el tocino donde está

Antes de jurar fidelidad eterna al magro, conviene revisar, sin dramatismos, pero con datos, por qué Tartessos defiende la parte blanca del ibérico:

  • Sabor concentrado: el tocino es el “vehículo” de compuestos aromáticos que dan al jamón su perfil inconfundible.
  • Grasas buenas: hasta un 55 % es ácido oleico, el mismo que hace famoso al aceite de oliva y que ayuda a controlar el colesterol “malo” (LDL).
  • Micronutrientes clave: la grasa alberga minerales y vitaminas del grupo B que no encontrarás en la misma cantidad en el magro puro.

En definitiva, cortar esa franja blanca convierte tu tostada en una copia descafeinada de sí misma.

Cómo montar la tostada perfecta sin ofender a Tartessos

Primero, elige un pan que aguante la humedad, un mollete o una rebanada de hogaza, y tuéstalo solo lo justo (unos 90 segundos por cada lado). Después, coloca las lonchas finas de jamón sin solaparlas demasiado; así, el calor asciende suavemente y la grasa se funde, liberando sus aromas. Por último, si eres fan del aceite o el tomate, aplícalos antes del jamón: evitarás que el oro ibérico resbale y acabarás con la proporción perfecta en cada mordisco. ¿Hace falta decir que el tocino se queda?

Por cierto, si temes las calorías, respira: una tostada estándar con 20 g de jamón apenas ronda las 70 kcal, menos que muchas galletas de “dieta”, y a cambio obtienes proteínas, hierro y esas vitaminas B que tu cuerpo agradecerá en plena jornada laboral.

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