Una española muestra la realidad del mercado callejero en Senegal donde “todo es tan barato que regatear parece injusto”

Quien haya tirado alguna vez de carrito en un mercadillo español sabe que, entre voces, olores y prisas, la aventura se cuece a fuego lento. Ahora imagine ese mismo trajín, pero con mangos a montones, maíz a la brasa y cacahuetes que se tuestan literalmente con arena caliente. Así lo ha vivido una joven española durante su paseo por un mercado callejero de Dakar, la capital de Senegal, y lo ha contado sin filtros a sus miles de seguidores en TikTok.

En su vídeo se aprecia el bullicio, la hospitalidad de los vendedores y, sobre todo, unos precios que dejan con la boca abierta a más de uno. Porque, sí: regatear cuando todo es “demasiado barato” resulta, cuanto menos, incómodo. ¿Le suena la escena? Siga leyendo: hay cifras exactas, anécdotas jugosas y un par de consejos clave para que no le vendan la moto (o las chanclas).

¿Qué se compra y a cuánto sale cada cosa en Dakar?

El mercado que recorre la tiktoker rebosa productos frescos: montañas de mangos de temporada expuestos sobre mesas improvisadas, o, directamente, sobre el suelo, y envueltos en papel de periódico. La fruta, según muestra, ronda los 1.000 francos CFA, algo menos de 1,05 euros, por una bolsa bien generosa. Nada mal para calmar el antojo de vitamina C.

Además de la fruta, la calle huele a maíz recién asado. Las mazorcas chisporrotean sobre carbón, una escena que a la española le recuerda a la feria de su pueblo. Lo más llamativo, eso sí, son los cacahuetes tostados con arena: una técnica tradicional que mantiene el calor uniforme sin quemar el fruto. En cuanto al calzado, las chanclas de viaje cambian de manos por 3.000 francos CFA, poco menos de 5 euros, una cifra que en España apenas cubre el desayuno completo.

El ‘wahale’ y el dilema de regatear cuando todo es barato

Regatear (o hacer wahale, como se dice allí) forma parte del deporte nacional del mercado. Sin embargo, la protagonista reconoce que, siendo blanca, el precio inicial suele inflarse como un globo. De hecho, confiesa que pagaría el doble si no fuese por su amiga senegalesa, quien ejerce de intérprete, guía y “negociadora jefa” en cada puesto.

La diferencia de tarifa según la piel o el pasaporte no es ningún secreto en destinos con mucho turismo. Aquí aflora la paradoja: el vendedor local busca un margen mayor, el visitante teme quedar como “tacaño”, y el regateo se convierte en un tira y afloja a medio camino entre la supervivencia y el folclore. La española lo resume sin rodeos: “Nos da cosa regatear porque es todo demasiado barato”, una frase que se ha convertido en el gancho de su vídeo viral.

¿Por qué asar cacahuetes con arena (y qué pinta Bill Gates en esta historia)?

En mitad de la grabación, la tiktoker se topa con un puesto donde un puñado de cacahuetes se remueve entre arena caliente. La técnica, le explican, reparte el calor de forma uniforme y evita que los frutos se quemen, algo crucial cuando se cocina al aire libre sin termómetro a mano. El método llamó la atención incluso del empresario Bill Gates en uno de sus vídeos divulgativos, porque este tipo de cultivos requiere menos agua y se adapta mejor a climas secos.

La escena ilustra cómo la innovación y las costumbres ancestrales pueden ir de la mano sin necesidad de hornos de última generación. En Dakar, con un brasero de carbón y un cubo de arena basta para sacar adelante un tentempié que, además, se vende por monedas.

Cómo regatear en un mercado de Dakar y no pagar el doble

Antes de lanzarse a la jungla de precios y voces, conviene tener un mini-plan.

  1. Pase un buen rato observando: compare varios puestos; casi todos venden lo mismo, pero los márgenes bailan.
  2. Pregunte siempre el precio en francos CFA antes de enseñar el dinero; mostrar euros dispara el coste.
  3. Empiece ofreciendo la mitad de la primera cifra que le digan; el vendedor espera esa jugada.
  4. Use ayuda local si es posible: un amigo senegalés o un guía hará que el trato sea más justo desde el minuto uno.
  5. Mantenga el buen humor; un regateo amable y con sonrisa suele acabar en descuento extra.

Con estas pautas, se reducen los sustos y, de paso, se disfruta más del ambientazo sin agobios.

¿Merece la pena la experiencia si solo buscas la foto?

Salir del supermercado europeo para adentrarse en el caos ordenado de un mercado senegalés no es solo cuestión de precios. Es zambullirse en sonidos, olores y charlas que no caben en ningún paquete turístico. Además, los vendedores suelen estar encantados de posar, o que su puesto salga en pantalla, siempre que el visitante muestre respeto y un franco interés por lo que compra.

Por tanto, si la cámara es su excusa y el estómago su brújula, la excursión no defrauda: mangos dulces por céntimos, maíz ahumado al momento y, de postre, cacahuetes con sabor a tradición. Eso sí, recuerde que el wahale no es un deporte de espectadores; quien no negocia paga de más.

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