Un cliente monta un escándalo en una cafetería y pide la hoja de reclamaciones: “La camarera se negó a untarme la tostada”

Es sábado, son las ocho, te apetece una tostada bien crujiente y, si puede ser, con la mantequilla ya extendida para no pringar el cuchillo. Hasta aquí, todo normal: desayuno de diario elevado a pequeño placer. Lo raro llega cuando el cliente de la mesa de al lado exige que la camarera se la unte y, al recibir un no por respuesta, pide la hoja de reclamaciones como quien reclama un tesoro perdido. Aguarda pacientemente, o no tanto, dos horas a la jefa, tostada intacta y mantequilla sin estrenar. Y sí, insiste en que su movilidad es perfecta, gracias. ¿A quién no se le ha atragantado un café con leche viendo semejante escena?

¿Qué pasó con la tostada y la mantequilla?

La historia la cuenta la usuaria paolabarneto en Threads. Años atrás, mientras servía mesas en una cafetería, un cliente reclamó que ella misma le untara la mantequilla sobre la rebanada. Ante la negativa, no incluida en la descripción de su puesto, el hombre exigió la famosa hoja de reclamaciones, ese documento que a veces parece espada y escudo del consumidor indignado.

El señor, decidido a hacer valer su “derecho a la mantequilla extendida”, plantó su corte de tostada y esperó dos horas a que apareciera la responsable del local. Mala suerte: la encargada no tenía horario fijo y, cuando el reloj agotó su paciencia, el hombre se marchó. Tostada fría, mantequilla intacta y una camarera con anécdota para toda la vida.

La hoja de reclamaciones por una tostada

Llegados a este punto, quizá te preguntas qué hacer si te cae una reclamación digna de museo. La propia protagonista lo resolvió con calma, pero conviene tener a mano un plan sencillo:

  1. Mantén la calma y ofrece el formulario inmediatamente; si el cliente lo quiere, lo tendrá más rápido que la mantequilla derritiéndose.
  2. Informa al encargado (aunque no esté) y deja constancia del hecho en tu registro interno: la burocracia premia al que anota.
  3. No entres al trapo: explica con educación qué servicios incluye tu trabajo y cuáles no (untar tostadas suele estar fuera de carta).
  4. Guarda copia de la reclamación; así podrás demostrar luego que actuaste según el protocolo del local.

Cerrar la situación con educación y un poco de sentido común evita males mayores y, sobre todo, que la anécdota pase a convertirse en “el caso de la tostada que se enfrió dos veces”. La moraleja es simple: si trabajas en hostelería, prepárate para todo tipo de peticiones, pero recuerda hasta dónde llega tu responsabilidad, y tu espátula.

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