¿Te acuerdas de cuando el cajero te pedía el PIN y tú rezabas para no equivocarte? Pues ve despidiéndote de ese momento (y de tu tarjeta física) porque la forma de pagar en España está dando otro salto. Primero llegó el contactless: acercabas el móvil o el reloj al datáfono y listo. Ahora el dinero virtual sube un peldaño y deja el plástico y hasta el teléfono en el fondo del cajón. Se llama pago biométrico y, aunque suene a ciencia ficción, ya se usa en nuestro país. El Banco de España, Visa y hasta Mastercard coinciden: 2025 marcará el despegue definitivo. Y sí, promete que el “¿acepta efectivo?”, pase a la historia más rápido de lo que tarda el TPV en pitar.
¿Por qué nos está cambiando la forma de pagar?
Las cifras hablan alto y claro. Entre enero y junio de 2024 se registraron 8 .669 millones de operaciones sin efectivo, un 11,4 % más que el año anterior, moviendo 6,1 billones de euros. Casi nada para una práctica que hace no tanto parecía anecdótica.
Detrás de la fiebre sin contacto está el público joven, que no suelta el móvil ni para bajar la basura. Pero la comodidad no lo explica todo: la seguridad vende. El contactless usa NFC (siglas en inglés de “comunicación de campo cercano”), una tecnología que permite transmitir datos a pocos centímetros y encriptados. Traducido: tu tarjeta viaja “disfrazada” y el hacker se queda con las ganas.
Pagos sin contacto: del móvil al dedo en 2025
Visa lo deja claro: el 36 % de los españoles planea pagar con huella o cara en los próximos cinco años. La mitad (47 %) dice sentirse más protegida identificándose con su rostro o dedo que tecleando contraseñas, esas que siempre olvidamos justo cuando hacen falta.
Antes de que te lances a probarlo, conviene saber por qué a la gente le gusta tanto:
- Más seguridad: tu cara no se deja copiar tan fácil como un PIN.
- Velocidad récord: acercas el dedo, o la cara, y sales pitando.
- Sin límite físico: adiós a montar guardia por el TPV libre.
- Comodidad total: no buscas tarjeta, no buscas móvil, solo eres tú.
El resultado es un proceso más limpio y rápido que soplar el chip de la tarjeta cuando falla.
¿Qué frena todavía a la biometría?
No todo es un camino de rosas: 42 % de los consumidores siguen fieles al clásico usuario‑contraseña; 35 % no quiere ceder “más datos”, y un 27 % desconfía de la seguridad. Además, un 24 % cuestiona la fiabilidad de los lectores y un 20 % se siente más cómodo con identificaciones físicas de toda la vida.
Las grandes marcas, aun así, pisan el acelerador. Mastercard anunció que en 2030 no veremos más números impresos en sus tarjetas: los sustituirá un token, es decir, un código aleatorio diferente en cada compra. Y todo, cómo no, acompañado de biometría. Algo así como una contraseña de usar y tirar que ni el mejor mago de los datos puede adivinar.
Guía rápida: cómo empezar a pagar con biometría
Primero, busca un banco o fintech que ofrezca la opción (muchos ya incluyen lector de huella en su app). Configura tu huella dactilar o tu rostro; el proceso tarda menos que actualizar la lista de la compra. Después, vincula tu tarjeta digital y establece un límite de gasto para evitar sustos. Finalmente, prueba el sistema en un comercio compatible; si el datáfono lleva el símbolo de contactless, lo normal es que acepte biometría.
¿Y la letra pequeña? Asegúrate de activar el doble factor de autenticación (por ejemplo, huella + PIN) para importes altos y revisa periódicamente tus movimientos. Así mantienes a raya cualquier intento de fraude y, de paso, te curas de un susto en tu cuenta a fin de mes