Un equipo de astrónomos ha identificado siete nuevos cometas oscuros, un fenómeno cósmico poco conocido que podría ser clave para determinar si estos cuerpos celestes desempeñaron un papel en la entrega de elementos vitales, como agua, a la Tierra en sus primeras etapas. Este hallazgo duplica el número de cometas oscuros previamente identificados, lo que ha permitido a los científicos explorar nuevas hipótesis sobre su origen y función. Los cometas oscuros, similares a los asteroides en apariencia, se mueven como cometas, pero carecen de la característica «cola», una particularidad que los hace únicos dentro del sistema solar.
Una nueva perspectiva sobre los cometas oscuros
La reciente investigación publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences ha revelado que estos objetos no son tan raros como se pensaba. Según el investigador Darryl Seligman, los cometas oscuros podrían contener agua, lo que los convierte en una potencial fuente de material primordial necesario para el desarrollo de la vida. Además, el estudio ha identificado dos poblaciones distintas de cometas oscuros: aquellos situados en el interior del sistema solar, con órbitas casi circulares, y los que provienen de las regiones exteriores, con trayectorias más elípticas. Esta clasificación sugiere que los cometas oscuros tienen orígenes diversos y podrían ofrecer pistas cruciales sobre la distribución de materiales en el sistema solar.
El estudio de los cometas oscuros comenzó hace dos décadas con la observación del objeto 2003 RM, inicialmente catalogado como un asteroide. Sin embargo, su desplazamiento inusual, imposible de explicar mediante procesos típicos como el efecto Yarkovsky, llevó a los científicos a reconsiderar su naturaleza. Este objeto se comportaba más como un cometa, con su movimiento impulsado por la sublimación de los materiales internos. No obstante, carecía de la cola visible tan característica de los cometas, lo que lo convertía en un rompecabezas para los astrónomos. La llegada de ‘Oumuamua en 2017, el primer objeto interestelar identificado en nuestro sistema solar, avivó las comparaciones con 2003 RM y reforzó la hipótesis de que podría tratarse de una nueva clase de objetos celestes.
De ‘Oumuamua a los nuevos descubrimientos
Las observaciones realizadas sobre ‘Oumuamua, que mostraba características tanto de asteroides como de cometas, sirvieron de inspiración para catalogar los cometas oscuros. En 2023, los investigadores Seligman y Davide Farnocchia publicaron un estudio que describía un total de siete objetos con comportamientos similares a ‘Oumuamua. Este grupo inicial sentó las bases para la identificación de siete cometas oscuros adicionales, lo que permitió a los científicos analizar diferencias clave en sus reflectividades y órbitas. Estas observaciones han revelado la complejidad de estas poblaciones y han abierto nuevas preguntas sobre su composición y comportamiento dinámico en el espacio.
El hallazgo de estas dos poblaciones de cometas oscuros plantea la posibilidad de que hayan contribuido al origen del agua en la Tierra. Los objetos del interior del sistema solar, que miden apenas unas decenas de metros, podrían haberse originado en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, mientras que los cometas oscuros exteriores, mucho más grandes, podrían provenir de regiones más lejanas. Si contienen hielo, estos cuerpos celestes habrían podido entregar agua a la Tierra durante los primeros momentos de su formación, iniciando un vínculo directo con el desarrollo de condiciones favorables para la vida en nuestro planeta.
Los astrónomos están ahora centrados en determinar por qué los cometas oscuros son tan pequeños y rotan a velocidades tan altas. Una hipótesis sugiere que estas características podrían deberse a procesos de destrucción física en el cinturón principal de asteroides. No obstante, estas ideas requieren más datos y análisis para ser confirmadas. Afortunadamente, la nave espacial Hayabusa2 de la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón planea encontrarse con uno de estos cometas, 1998 KY26, en 2031. Este encuentro podría proporcionar datos cruciales sobre la composición química y las características únicas de estos objetos, ayudando a responder muchas de las preguntas pendientes.
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