Entramos con prisa, miramos al mostrador y esperamos que nos atiendan al segundo. Pero, ¿tratamos bien a quienes están al otro lado de la barra? El sector de la hostelería asegura que está llegando al límite por episodios desagradables en pleno servicio. Entre ellos, se repiten dos viejos conocidos: los silbidos para llamar al camarero y los apelativos “cariñosos”. Lo que para algunos es costumbre, para quienes trabajan atendiendo mesas es una falta de respeto. Y al final, el ambiente se enrarece, el servicio se complica y todos salimos perdiendo.
¿Por qué la hostelería dice basta con los malos modales en plena faena?
El sector de la hostelería está cansado de una escena que se repite durante los últimos años: clientes que pierden los modales mientras se les atiende. No es un detalle sin importancia; en pleno ritmo de bandejas y comandas, cada gesto cuenta, y los malos modos hacen mella.
Estamos acostumbrados a pedir con prisas y olvidamos que hay una persona que lleva muchas horas trabajando. Por lo tanto, cuidar la forma en que pedimos es también cuidar el trabajo de quien nos atiende.
Silbar y usar apelativos “cariñosos”: ¿por qué es faltar al respeto?
Hay dos gestos concretos que molestan especialmente: silbar para llamar al camarero y utilizar apelativos “cariñosos” (expresiones de confianza que no son profesionales). De hecho, quienes están en primera línea lo viven como una desconsideración directa.
Una trabajadora lo resume sin rodeos: “Yo no soy sirvienta de nadie, soy camarera. ¿Silbar? Yo no soy un perro”. ¿Hace falta algo más para entender el enfado?
¿Cómo se protegen los camareros para evitar broncas?
Ante estas situaciones, muchos profesionales optan por evitar la confrontación. Hay que seguir sacando pedidos, organizar las mesas y mantener el ritmo, así que la paciencia se convierte en herramienta de trabajo.
Así lo explican desde dentro: «La mayoría de veces tenemos que calmarnos y decir ‘un momentito por favor’ porque si no, contestaríamos mal a la gente». En consecuencia, el cliente también puede poner de su parte para que el trato fluya sin tensiones.
La solución no es complicada y empieza por pequeños cambios de costumbre. Si evitamos gestos que hieren, todo va mejor para todos.
- No silbar para llamar al personal.
- Evitar los apelativos “cariñosos” al dirigirse a quien atiende.
- Pedir sin prisas y respetar los tiempos del servicio.
- Recordar que detrás del uniforme hay una persona que lleva muchas horas trabajando y usar “por favor” al hacer la solicitud.
Por consiguiente, aplicar estas pautas sencillas ayuda a que el servicio sea más ágil y el ambiente más amable. Al final, buenos modales y un poco de paciencia valen oro detrás de la barra.