La mayoría de los padres confía en que el filete de merluza que engullen sus hijos en la guardería esté tan fresco como la brisa del Cantábrico. Sin embargo, a veces la realidad huele un poco… a nevera desenchufada. ¿Te imaginas enterarte de que el pescado del menú infantil viajó 210 kilómetros en el maletero de un coche sin refrigeración? Pues eso mismo ha sucedido en la Escuela Infantil La Data, en Plasencia.
Ni arcones frigoríficos, ni isotermos, ni nada que se parezca: solo un turismo particular y mucha fe en que el tiempo de abril y junio no subiera de los 30 °C. Lo peor es que los comensales son bebés de seis meses a tres años, es decir, clientes VIP de los que no te perdonan un corte de digestión. Y sí, el Ayuntamiento ya ha sacado la libreta de sanciones.
¿Qué ha pasado con el pescado de la guardería de Plasencia?
El 4 de junio de 2025, el cocinero de La Data levantó la ceja al desembalar la entrega de pescado: aspecto raro, exceso de mermas y olor más sospechoso que un chiste sin remate. Al indagar, descubrió que el comercial de Cetárea Salmantina había conducido desde Salamanca hasta Plasencia, 210 km y unas dos horas y media de carretera, en un vehículo particular. Por supuesto, sin los equipos de frío requeridos por el Reglamento (CE) 852/2004, que obliga a mantener el pescado fresco por debajo de 4 °C para evitar la proliferación de bacterias.
Un correo urgente del director llegó al Ayuntamiento el 6 de junio. El mensaje señalaba “cumplimiento defectuoso” del contrato formalizado el 9 de abril de 2025 y, sobre todo, “ruptura de la cadena del frío”. Nadie en la escuela quería pasar el mal trago de explicar a las familias que el bacalao había viajado como si fuera equipaje de mano.
Los fallos clave que detectó la cocina
Antes de que pienses que esto fue un simple despiste, echa un vistazo a los puntos calientes que encendieron todas las alarmas:
- Transporte en coche particular sin cámara frigorífica.
- Temperatura de conservación sin verificar durante 210 km.
- Entrega con aspecto poco fresco y mermas excesivas.
- Oposición inicial del comercial a mostrar el vehículo al personal de cocina.
Con ese panorama, el equipo de la escuela solo pudo decir: “Gracias, pero preferimos pescado que no necesite pedir un taxi refrigerado de última hora”.
¿De cuánto es la multa y por qué duele al bolsillo?
El Ayuntamiento ha iniciado un expediente sancionador por un valor exacto de 709,98 euros, equivalente al 10 % de la adjudicación del contrato de suministro. Puede que la cifra no arruine a la empresa, pero, vaya, es dinero suficiente para comprar unos cuantos lotes de varitas de merluza bien refrigeradas. Además, la multa lleva aparejada la etiqueta de “cumplimiento defectuoso” que, en el sector de la alimentación, es como llevar un “no apto” pegado en la solapa.
Por si fuera poco, la Administración local advierte de que reincidir podría implicar la resolución del contrato y la exclusión de futuros concursos públicos. Dicho en cristiano: si vuelven a jugársela, podrían perder un pastel mucho más gordo.
¿Qué riesgos supone para los peques y sus familias?
El problema no es solo la textura sospechosa del lenguado. Cuando la cadena del frío se rompe, las bacterias como Listeria monocytogenes o Salmonella pueden multiplicarse a velocidades de vértigo. En bebés y niños pequeños, una simple intoxicación alimentaria puede derivar en deshidratación severa y hospitalización en cuestión de horas.
Por otro lado, la confianza de las familias se tambalea. Nadie quiere dejar a su bebé con la duda de si el almuerzo ha pasado más calor que un turista en agosto en la plaza Mayor de Cáceres. La reputación de la guardería, y del proveedor, queda expuesta a la hoguera pública.
¿Cómo evitar un susto similar en tu centro escolar?
En primer lugar, exige siempre que los proveedores acrediten el uso de vehículos isotermos con termógrafos que registren la temperatura en tiempo real. Pide las gráficas de cada trayecto: no es capricho, es prevención pura y dura.
En segundo lugar, establece controles de recepción más rigurosos: toma temperatura a la llegada (≤ 4 °C en pescado fresco), inspecciona el aspecto del producto y documenta todo con fotos y actas firmadas. Así, si algo huele mal, literal o figuradamente, tendrás pruebas para reclamar.
Finalmente, forma a tu personal de cocina para que sepa reconocer señales de deterioro y actúe sin titubeos. De nada sirve un contrato impecable si quien recibe la mercancía no levanta la voz cuando ve color marrón donde debería haber blanco nacarado.