Debbie Stevens de 47 años, trabajadora de Atlantic Automotive Group (Long Island), se ofreció en 2010 a donar un riñón a su jefa, Jackie Brucia, después de saber (según publicó The New York Post) que necesitaba un trasplante. Aseguró que lo hizo por altruismo: “No lo hice por dinero y tampoco por mi trabajo, no quería que muriese”.
Cómo donar un riñón a su jefa terminó con su despido laboral
La intervención se programó en agosto de 2011. Aunque el órgano de Stevens no fue el implantado a su jefa, su donación permitió adelantar la llamada para que Brucia recibiera un riñón compatible en San Francisco. ¿El resultado? Menudo jarro de agua fría: cuatro semanas después de la operación, Debbie regresó al trabajo y encontró un panorama muy distinto.
Mientras estaba convaleciente, recibió llamadas de su jefa para que se incorporara “antes de estar recuperada”. Ya en la oficina, denunció que “me gritaba, me negaba descansos y me exigía que le pidiera permiso para ir al baño”. Además, afirmó sufrir “fuertes dolores abdominales, problemas digestivos y lesiones en un nervio debidas a una pequeña complicación durante la cirugía”.
Hechos tras la reincorporación, según la trabajadora
A continuación se resumen los aspectos que, de acuerdo con su relato, marcaron el regreso al empleo:
- Presión para volver antes del alta plena y control estricto en el puesto.
- Trato hostil con gritos, negación de descansos y permisos básicos.
- Empeoramiento de su salud con dolores y problemas digestivos.
Este contexto se agravó con un traslado a otro concesionario situado a 80 kilómetros de su casa, lo que, según expuso, derivó en dolores de cabeza frecuentes y problemas de salud mental y física. ¿Quién puede soportar una situación así durante mucho tiempo?
Cronología del caso con trasplante, acoso laboral y traslado de 80 kilómetros
Para entender el recorrido del caso, estos son los hitos temporales más relevantes aportados:
Fecha | Hecho relevante |
---|---|
2010 | Se entera del trasplante que necesita su jefa y se ofrece como donante. |
Agosto de 2011 | Se programa la cirugía; su donación permite que su jefa reciba antes un órgano compatible en San Francisco. |
4 semanas después | Regresa al trabajo; denuncia presiones, maltrato y secuelas físicas de la operación. |
Marzo de 2012 | Presenta demanda por acoso laboral y represalias. |
2014 | Acuerdo “confidencial” tras años de pleitos; poco después recibe la carta de despido. |
Más tarde supo que su riñón ayudó a salvar la vida de un hombre de Missouri. El marido de su jefa afirmó a medios estadounidenses que “la historia no es así, la realidad es completamente distinta”.
La denuncia por represalias y el fallo preliminar de derechos humanos
En marzo de 2012, Stevens denunció acoso y represalias, vinculando el “calvario” al gesto de donar el riñón. La División de Derechos Humanos del Estado de Nueva York concluyó, en un fallo preliminar, que existía “causa probable” de violación de la Ley Estadounidense de Discapacidades. Posteriormente, y con un informe de un psicólogo remitido a la empresa, en 2014 se alcanzó un acuerdo “confidencial”. Poco después, a Stevens le llegó la carta de despido.
La propia trabajadora lo resumió con dureza: “Quise convertirme en donante de riñón para ayudar a mi jefa, pero ella se llevó mi corazón. Me siento traicionada, ha sido una experiencia horrible, porque siento que ella ha aceptado mi regalo, pero luego lo ha pateado”.