El termómetro lleva semanas recordándonos que el verano ya está aquí, y con él desempolvamos rutinas tan clásicas como el ventilador nocturno, el helado de paseo y, claro, el gazpacho de cada día. Esa sopa fría entra tan bien que ni notas que te has bebido medio litro mientras miras la tele. Perfecta, además, para quienes llegan rendidos a la cena y no quieren pelearse con los fogones.
Pero, ¿seguro que tanta comodidad no trae letra pequeña? Spoiler: sí la trae. Y conviene conocerla antes de beber gazpacho como si no hubiese un mañana.
¿Qué le ocurre a tu organismo si zampas gazpacho todos los días?
El gazpacho es saludable de base (tomate, pimiento, pepino y compañía), pero abusar puede jugarte malas pasadas. Primero, por la sal: 100 mililitros concentran 0,8 gramos de sodio, de modo que un litro supera de sobra la ingesta diaria que recomienda la OMS. Demasiada sal aumenta la sensación de hambre y, por extensión, las posibilidades de atacar la despensa a deshoras.
Segundo, por la acidez natural de la mezcla. Ese toque tan refrescante puede traducirse en ardor de estómago si, tras beberlo, te vas directo a la cama. El doctor Nicolás Romero, responsable de la Unidad de Nutrición Avanzada y Obesidad del Hospital Vithas Nisa de Madrid, advierte de que grandes cantidades “a deshora, sobre todo por la noche”, acaban empujando a comer más y, de paso, a dormir peor.
¿Hasta qué hora conviene beberlo para evitar sustos?
Por pura lógica digestiva, mejor en la primera mitad del día: comida o almuerzo tardío y siempre como primer plato. Así ayudas a que la acidez no te acompañe bajo las sábanas y, de paso, aprovechas su efecto saciante antes de meterte otros platos entre pecho y espalda. Romero subraya que cenarlo puede ser cómodo, sí, pero resulta menos amable con tu esófago y con la báscula.
Para quienes arrastran reflujo o estómago delicado, la precaución sube un punto: un vaso (aprox. 250 ml) dos o tres días por semana y listo. El resto de mortales puede permitirse ese mismo vaso a diario, siempre que elija versiones reducidas en sal y no se emocione con el chorrito de aceite.
¿Cómo tomar gazpacho sin pasarte de la raya?
Antes de lanzarte a la nevera, échale un vistazo a este mini‑manual de uso responsable:
- Controla la cantidad: limita el consumo habitual a un vaso (250 ml) para esquivar el exceso de sodio y la acidez.
- Elige el momento: sírvelo a mediodía o como entrante de la comida; evita la noche, sobre todo si padeces ardor.
- Fíjate en la etiqueta: opta por versiones con menos sal o, mejor aún, hazlo casero y decide tú la cantidad.
- Escucha a tu estómago: si notas reflujo, reduce la frecuencia a dos o tres veces por semana.
En definitiva, el gazpacho sigue siendo un aliado fresquito y práctico, pero con moderación y a la hora correcta. Tu cuerpo y tus noches sin acidez te lo agradecerán.