Seguro que más de una vez has visto la colada colgada por toda la casa como si fuera un desfile improvisado de camisetas. Entre el trabajo, los peques y el poco tiempo que nos queda para respirar, poner la lavadora ya es bastante lío como para encima esperar horas a que todo se seque. Además, la secadora (esa tragona de kilovatios) no siempre encaja en el presupuesto ni en la conciencia ecológica. Por suerte, tu lavadora tiene un as bajo la puerta: un simple botón de centrifugado que, junto a una toalla, promete jubilar el tendedero. ¿Te pica la curiosidad? Pues sigue leyendo, porque el truco es tan fácil que querrás probarlo hoy mismo.
¿Cómo transforma el centrifugado tu lavadora en una “secadora exprés”?
Primero, calma: no necesitas desmontar la máquina ni rebuscar un compartimento digno de película de espías. El “botón secreto” es, en realidad, la opción de centrifugado a máxima potencia que ya venía de serie. La clave está en combinarla con una toalla gruesa y seca para que absorba la humedad de la ropa al girar. El resultado es una prenda que sale casi lista para doblar, todo sin gastar un céntimo de más en electricidad extra.
Antes de lanzarte a ello, un aviso importante: cuanta menos ropa metas, mejor funciona el truco. Así de simple. Con espacio de sobra, el centrifugado podrá sacar el agua sobrante y la toalla hará el resto.
Pasos para olvidarte de la cuerda: solo necesitas una toalla
Para que no quede ni una duda en el aire, aquí tienes el proceso paso a paso. Léelo, aplícalo y olvídate del tendedero tradicional:
- Finaliza tu ciclo de lavado y abre la puerta de la lavadora.
- Añade una toalla grande y seca a la colada húmeda.
- Cierra la puerta y selecciona el centrifugado más potente que permita tu modelo.
- Espera a que termine el programa; suele durar unos pocos minutos.
- Saca la ropa enseguida y cuélgala en un lugar bien ventilado (mejor si le da algo de brisa o sol indirecto) para rematar el secado.
¿Ves? Nada de herramientas raras ni programas ocultos: solo un giro extra y la ayuda de una toalla amiga.
¿Qué ventajas prácticas notarás en tu día a día?
Por un lado, reduces el tiempo de secado a una mínima fracción, ideal cuando necesitas esa camisa “para ayer”. Por otro, evitas el gasto eléctrico que implica poner la secadora cada dos por tres (tu factura y el planeta te lo agradecerán). Además, ahorras espacio: no hace falta acumular aparatos si tu lavadora ya hace el trabajo sucio.
Otro detalle interesante es que la ropa sufre menos calor directo que en una secadora convencional, así que prolongas la vida de las prendas y aplazas la temida visita a la tienda de repuestos. En resumen: menos euros volando y más ropa lista en tiempo récord.
Puede que al principio suene a magia casera, pero la cosa va de pura física: la toalla absorbe, el tambor gira y tu colada sale casi seca. Pruébalo la próxima vez que pongas la lavadora y comprobarás que, con un gesto tan sencillo, te ahorras el ritual de tender y el “chasco” de la factura. Tu bolsillo (y de paso el medio ambiente) acabarán dándote las gracias.