De cobrar 4.000 a rozar el salario mínimo: Un albañil veterano destapa la realidad del sector de la construcción en España

Si alguna vez has pensado que levantar una casa es cosa de dos martillazos, este testimonio te pone los pies en el suelo. Pascual, albañil veterano, jefe de obra e hijo de albañil, cuenta sin rodeos cómo han cambiado los sueldos y el oficio en España. Lo hace en una entrevista con el influencer Adrián G. Martin, y no se guarda nada. De cifras que antes rozaban los 3.000 o 4.000 euros al mes se ha pasado, según relata, a nóminas que con suerte rondan los 1.200. El trabajo físico, en cambio, no ha bajado: frío, calor, kilos y rodillas que protestan, con riesgos que siguen ahí. Y para rematar, el sector sufre una falta de relevo generacional que amenaza con dejar obras sin manos cualificadas.

¿Cuánto se cobra hoy en la obra, según Pascual?

El salario es su primera queja. “Antes de la crisis, un albañil podía ganar 3.000 o 4.000 euros al mes, pero ahora, con suerte, te pagan 1.200”. En el mejor de los casos, añade que “un oficial de primera puede cobrar entre 1.500 y 1.600 euros, y un encargado, como mucho, 1.800”. ¿Compensa lo cobrado con lo que duele la espalda? Esa es la pregunta que sobrevuela todo su relato.

A continuación, el mapa salarial que describe, con cifras concretas:

Escenario/PuestoIngreso mensual aproximado
Albañil antes de la crisis3.000–4.000 euros
Albañil ahora (con suerte)1.200 euros
Oficial de primera1.500–1.600 euros
Encargado1.800 euros

La comparación con otros oficios le escuece, y se le nota: “Un mecánico te cobra 34 o 40 euros la hora, pero a un albañil no le pagan más de veinte y pico, y nuestro trabajo es mucho más peligroso”. El “oficial de primera” (categoría con más experiencia) puede ganar algo más, pero, como remate de ironía, la calculadora no trae antiinflamatorio para la espalda.

¿Por qué la obra sigue siendo tan dura y peligrosa?

El esfuerzo es físico y diario. “Pasas frío, pasas calor, te dejas la espalda… Al final, todos acabamos hechos polvo”. También lo sufre al llegar a casa: “Estás todo el día agachado, levantando peso, y cuando llegas a casa lo que más te duele son las rodillas y la espalda”.

Hay jornadas en las que “hay días que tenemos que mover entre 50 y 100 sacos, y cada saco pesa 25 kilos. Antes pesaban 50, pero la normativa los limitó porque era una barbaridad para la espalda”. En seguridad no hay medias tintas: “Esto es un trabajo peligroso. Si no sabes lo que estás haciendo o no tomas precauciones, te la juegas. Andamios, radiales, compresores… puedes tener un accidente grave en cualquier momento”. Por si te pierdes con la jerga: andamios (plataformas de trabajo), radiales (amoladoras) y compresores (equipos de aire). Gimnasio, lo que se dice gimnasio, no hace falta; la obra ya pone la rutina.

¿Qué pasa con el relevo generacional en la construcción?

Para Pascual, la fuga de jóvenes es un hecho que ya se ve en las cuadrillas. “Ya no hay jóvenes españoles que quieran trabajar de albañil”.

En su obra, explica que la mayoría son inmigrantes y lo resume así: “Normalmente, siempre viene gente de fuera, porque la gente de aquí ya no quiere trabajar en esto. Faltan profesionales que realmente sepan trabajar”. La consecuencia es clara: menos manos expertas y más obras que se atascan.

La entrada al oficio tampoco es sencilla. “Antes, cuando empezabas, trabajabas de peón, casi gratis, solo para aprender el oficio. Ahora nadie quiere hacer ese esfuerzo. Los chavales quieren empezar cobrando como oficiales, pero no saben poner un ladrillo”. Aquí está el nudo: enseñar cuesta, y rendir desde el primer día es imposible.

El veterano avisa del círculo vicioso: “Si no facilitas que la gente joven aprenda, el sector se muere. Pero a los empresarios tampoco les sale a cuenta contratar a alguien que aún no rinde, con todos los costes que conlleva”. De ahí que el oficio pierda atractivo, aunque el trabajo siga esperando.

¿Es viable construir una vivienda con un sueldo normal?

En vivienda y costes, el baño de realidad es inmediato: “Solo el solar cuesta 200.000 euros, y una obra como esta, entre 400.000 y 500.000. Con un sueldo normal, es imposible para un joven tirarse a hacer una obra”.

La factura de materiales tampoco ayuda: “Una teja antes valía 49 céntimos, ahora cuesta más de un euro. El cemento, el hierro, todo ha subido. Y los precios nunca vuelven a bajar”. Ya se sabe: cuando se trata de precios, el ascensor sube rápido y rara vez baja.

¿Qué pasos prácticos puedes dar si trabajas en la obra o te lo estás pensando?

Del relato de Pascual se desprenden decisiones útiles para no llevarse sustos, ni en la nómina ni en las lumbares. A continuación, una guía rápida, sin humo y pegada a la realidad que describe.

  • Aclara tareas y ritmo antes de entrar: mover entre 50 y 100 sacos de 25 kilos, trabajar en andamios, con radiales y compresores implica un desgaste que debes valorar.
  • Negocia el salario desde el principio: si vas de oficial de primera, Pascual habla de 1.500–1.600 euros; como encargado, de hasta 1.800. Evita sorpresas a final de mes.
  • Si empiezas, asume una fase real de aprendizaje: tocará ser peón (ayudante) para aprender el oficio antes de pedir condiciones de oficial.
  • Si diriges o contratas, facilita que los jóvenes aprendan: sin esa puerta de entrada, el oficio se queda sin relevo y el trabajo se atasca.
  • Prioriza la seguridad y las precauciones: los riesgos con andamios, radiales y compresores son serios; actúa como si la caída o el corte fueran evitables… porque lo son con cuidado.
  • Si tu objetivo es construir, haz números con las referencias que da: solar por 200.000 euros y obra entre 400.000 y 500.000, sabiendo que los materiales han subido.

No hay varita mágica, pero sí decisiones informadas: hablar claro de dinero, medir el esfuerzo y aprender bien el oficio. Por consiguiente, lo sensato es entrar con ojos abiertos; la espalda, desgraciadamente, no es renovable.

¿Qué queda del oficio y hacia dónde va?

Pese a todo, Pascual no reniega de su vocación: “Me gusta mi trabajo, me gusta ver el resultado final, saber que lo que hago va a quedar ahí muchos años”. El valor emocional de ver la obra terminada le compensa parte del camino.

Su reivindicación es directa, casi aviso para navegantes: “Nuestro trabajo está devaluado. Parece que solo servimos para hacer el trabajo sucio, pero sin nosotros nadie tendría casa”. Y cierra con un mensaje de futuro que bien podría ser hoja de ruta: “Si no se pone en valor el oficio y no se facilitan las condiciones para que los jóvenes aprendan, la construcción en España corre el riesgo de quedarse sin manos expertas”. En consecuencia, el reto está claro: dignificar salarios, cuidar la seguridad y abrir la puerta a los que vienen detrás.

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