Si alguna vez has mirado al camarero con cara de “¿y mi caña pa’ cuándo?”, sabrás que la barra de un bar puede ser terreno minado para los nervios. A pleno sol, con 35 °C en la calle y una terraza hasta la bandera, cualquiera grita “¡marchando!”, más alto de la cuenta. En ese fragor, las quejas vuelan tan rápido como las tapas de calamares. Lo que quizá no esperabas es que el propietario se lanzara al ruedo digital con la misma garra que pone al sacar los vermús.
Pues eso es exactamente lo que ha ocurrido en La Quinta: una clienta cargó contra el ánimo de los camareros y el jefe respondió sin morderse la lengua. El encontronazo ya acumula más de 7.000 visualizaciones y casi 400 ‘me gusta’ en X, la prueba de que el cotilleo hostelero engancha más que el sonido de la cafetera en lunes.
¿Qué reclamaba la clienta y cómo contestó el dueño?
La historia empieza con una reseña lapidaria: “Nunca había estado en un bar con camarero con tan pocas ganas de trabajar”. De inmediato, la dirección del local cogió el teclado y disparó ironía fina.
“Hola, Inés, tienes razón, los camareros de antes aguantaban en silencio las faltas de respeto. Nosotros no”, arrancó el mensaje público del propietario. En apenas dos líneas dejó claro que su plantilla no está para tragar saliva mientras recibe malas formas.
El texto no se quedó ahí. Recordó que aquel día la terraza estaba repleta, más de 100 personas, y que, pese a la lluvia veraniega, el equipo seguía al pie del cañón. Después llegó la pulla definitiva: “Solo falta darnos latigazos, que parece que es lo que quieres”. Y cerró con la puntilla que todo cliente teme leer: “El equipo te pide, con toda educación, que no vuelvas”.
¿Por qué el hostelero decide plantar cara en público?
Por un lado, la reseña negativa se encontraba en un escaparate virtual que cualquiera puede ver; por otro, el dueño buscaba proteger la moral del grupo. Defender a sus trabajadores no es solo cuestión de orgullo, sino también un gesto comercial: si el ambiente interno se enrarece, la atención al resto de los clientes se resiente.
Además, la viralidad de cuentas como @soycamarero empuja a muchos negocios a cuidar su imagen con rapidez quirúrgica. Un comentario hiriente puede espantar reservas en cuestión de horas; contestar, y hacerlo con gracia, permite equilibrar la balanza. Aquí, la estrategia fue clara: reconocer el desgaste físico (“con 35 grados, tormenta y la terraza llena”) y apelar al respeto mínimo que todo el mundo reclama cuando le toca estar al otro lado del mostrador.
Consejos para evitar roces en tu próxima visita al bar
Antes de que vuelvas a pedir ronda, toma nota de estas pautas sencillas que pueden ahorrarte un mal rato:
- Saluda y pide por favor: parece obvio, pero entre prisas y sed mucha gente olvida las buenas maneras básicas.
- Observa el volumen de trabajo: si el local está a tope, entiende que el servicio irá más lento; respirar hondo es gratis.
- Exprésate sin faltar: criticar un plato o un retraso es legítimo; descalificar al personal, no.
- Deja propina si estás contento: un gesto pequeño refuerza el reconocimiento y mejora el ambiente para todos.
Nadie quiere acabar vetado en su bar favorito, ¿verdad? Por tanto, un poco de empatía puede convertir tu tapeo en una experiencia redonda y, de paso, evitar que te respondan en redes con la misma contundencia que La Quinta.