Beber cerveza en lata, ¿un error de manual? Lo que dice una médica digestiva

Salir de trabajar un viernes y abrir una lata bien fría parece el ritual perfecto para dar la bienvenida al fin de semana. Sin embargo, esa costumbre tan extendida puede pasarnos factura justo después del primer sorbo: vientre hinchado, eructos inesperados y una leve (pero molesta) sensación de pesadez.

La doctora María Muñoz, especialista en aparato digestivo, lanza una advertencia clara: la lata no es el mejor recipiente si realmente quieres disfrutar la cerveza. ¿Su propuesta? Servirla siempre en vaso o copa para saborear mejor cada trago. Y, de paso, ahorrarte un recital de burbujas subiendo al esófago. En definitiva, lo práctico no siempre es lo más cómodo para tu estómago.

¿Por qué la lata puede provocar más hinchazón de lo que crees?

Tomar la cerveza directamente del envase metálico bloquea un sentido fundamental: el olfato. Aunque parezca que todo el sabor se queda en la lengua, gran parte de la percepción real ocurre en la nariz; si esta no participa, pierdes matices y aumentas la sensación de gas retenido.

Además, la doctora Muñoz asegura que la lata «da más eructos, sensación de pesadez e hinchazón abdominal». El dióxido de carbono se libera peor y, por tanto, llega entero al aparato digestivo. Resultado: tripa abombada y la incomodidad de parecer globo aerostático en plena sobremesa.

Diferencias clave a golpe de vista

Antes de cambiar definitivamente tu rutina cervecera, conviene ver de forma esquemática qué aporta cada formato.

Aspecto evaluadoLataVaso o copa
Aroma percibidoLimitado, casi nuloCompleto, se libera en superficie
Liberación de CO₂Mínima, gas se queda dentroGradual, forma espuma protectora
Sensación de pesadezMayorMenor
Rastro metálicoPresenteAusente

Como puedes observar, la lata sale perdiendo en todas las categorías importantes: menos aroma, más gas y ese regusto metálico que ningún maestro cervecero firmaría.

¿Cómo servir la cerveza para que siente mejor?

Cambiar de hábito no requiere un máster en hostelería; basta con un par de gestos sencillos.

  • Enfría el vaso unos minutos en la nevera, sírvela inclinando el recipiente unos 45 grados y deja que la espuma suba libremente hasta formar un «dedo» de grosor.

De esta forma facilitas que el dióxido de carbono se libere antes de llegar al estómago y, además, aprecias color, turbidez y variaciones de temperatura a medida que bebes. Por consiguiente, disfrutas más y tu tripa lo nota menos: menos burbujas dentro, más placer fuera.

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