Aviso de la Guardia Civil a toda España: a partir de ahora, ten cuidado cuando compres comida en las ferias

A todos nos gusta esa parada rápida en la feria para matar el gusanillo: un pinchito aquí, una ración allá y, si el bolsillo lo permite, un cucurucho de gambas que nunca sobra. Sin embargo, lo que huele tan rico puede esconder más sorpresas que la tómbola de peluches.

Desde abril, la Guardia Civil de Cádiz anda con el ojo fino entre casetas, neveras y furgonetas repletas de alimentos. El objetivo es claro: que tu antojo no termine con un ticket de urgencias ni con la cartera temblando por culpa de un vendedor despistado. Y es que, aunque el ambiente festivo invita a la confianza, la comida en plena calle exige controles tan serios como una declaración de Hacienda. Toma nota, porque los agentes han descubierto de todo menos confeti.

¿Por qué la Guardia Civil mira con lupa tu bocata de feria?

La temporada de ferias mueve masas (de gente y de croquetas), y cada año el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) despliega un plan especial para que la alegría no se convierta en indigestión. Desde el mes de abril, sus patrullas recorren recintos feriales de toda la provincia, revisando desde el hielo de las neveras hasta la fecha que figura (o debería figurar) en cada etiqueta.

La idea es sencilla: evitar intoxicaciones y proteger tu derecho a saber qué estás comiendo. Así, los agentes entran en cocina, piden documentación y comprueban temperaturas con la misma precisión con la que tu banco te cobra comisiones. Si algo falla, como por ejemplo, un producto caducado, carne sin trazabilidad o pescado sin etiquetar, levantan acta y la envían a las autoridades sanitarias para que caiga la sanción correspondiente.

Las cifras que no esperabas: kilos, controles e infracciones

Para que veas que esto no va de postureo, el Seprona se ha currado un inventario digno de contable: 120 controles de transporte dentro de los recintos, más de 50 casetas inspeccionadas y un repaso exhaustivo a neveras y cocinas móviles.

  • 3.100 kilos de comida supervisados en total.
  • 1.200 kilos de pescados y mariscos bajo lupa.
  • 1.900 kilos de productos cárnicos revisados al detalle.
  • 150 infracciones detectadas, sobre todo por falta de etiqueta, caducidad o procedencia dudosa.

En otras palabras, casi cada control ha destapado al menos un problema. Una cifra que asusta más que la factura de la luz en agosto y que deja claro que, sin vigilancia, el riesgo es tan real como la resaca del día siguiente.

¿Qué busca exactamente el Seprona en cada caseta?

Los agentes no se limitan a olisquear el ambiente; llevan listas de verificación al milímetro. Revisan etiquetas, temperaturas de conservación, documentación de origen y hasta la limpieza del entorno. Si el camarero no puede demostrar de dónde sale la carne de ese montadito, saltan las alarmas y la mercancía queda intervenida.

Todo esto se hace en coordinación con veterinarios de Salud Pública y técnicos municipales, porque la seguridad alimentaria es competencia compartida y la burocracia, cuando toca salud, se vuelve sorprendentemente ágil. De ahí que los expedientes vayan directos a los ayuntamientos y a la Delegación Territorial de Salud y Consumo sin pasar por casilla de salida.

Consejos para que compres y comas tranquilo

Antes de lanzarte a por esa tapa XXL, echa un vistazo a la vitrina: el producto debe estar frío, con etiquetas visibles y aspecto fresco. Pregunta sin miedo de dónde viene el género; si el vendedor se pone nervioso, apártate con elegancia. Además, prioriza puestos que exhiban certificados o controles recientes: suelen colgarlos a la vista, igual que el precio de los churros.

Por último, confía en tu olfato y en tu sentido común. Si algo huele raro o te lo sirven dudoso, mejor sigue tu camino hacia la caseta siguiente. Al fin y al cabo, en la feria sobra música, luces y opciones para picar sin jugar a la ruleta rusa con tu estómago.

Deja un comentario