Un trabajador entra a realizar una revisión rutinaria en una central nuclear y al salir detectan una anomalía radiactiva en su cuello

Imagínate que fichas al salir del curro y el detector, en vez de aplaudir tu puntualidad, pita como si llevaras encima el premio gordo del Euromillones. Solo que el “premio” resulta ser una partícula radiactiva pegada a la piel. Eso le ocurrió a un empleado de una empresa proveedora de servicios en la central nuclear de Gravelines (Gravelinas, departamento Norte) durante la madrugada del 23 al 24 de julio de 2025.

El reactor estaba parado por mantenimiento y la intervención parecía de lo más rutinaria, hasta que el control al abandonar la zona saltó por los aires (figuradamente). El operario salió ileso, pero la historia no acaba ahí: la normativa marca un tope anual de radiación y, tras pasarse de la raya, el afectado tendrá que aparcar el mono de trabajo varios meses. Sí, la seguridad nuclear no entiende de prisas ni de “venga, que mañana hay que facturar”.

¿Qué ocurrió dentro de la central de Gravelines?

La intervención se desarrolló en la unidad n.º 1 de la instalación, que estaba cerrada por mantenimiento cuando el proveedor de servicios realizaba su control habitual. Al abandonar el edificio del reactor, los sistemas de vigilancia detectaron “una contaminación externa a la altura del cuello del trabajador”, tal y como reconoció EDF en su comunicado.

La partícula radiactiva se localizó concretamente en la nuca del operario. Una persona cualificada la retiró en el acto y el servicio médico de la planta comprobó que su salud no corría peligro inmediato. Tras varias revisiones, se le autorizó a volver a casa, pero con la etiqueta de “mejor descansa unos meses”.

¿Por qué se clasifica el incidente como nivel 2?

Según la investigación interna, el empleado no habría seguido todos los pasos de seguridad previstos, algo que explica que nadie más resultara afectado. Esa supuesta omisión de protocolo ha pesado en la valoración final.

El suceso se ha etiquetado como “evento significativo de nivel 2” en la escala INES, que va de 0 (sin consecuencias) a 7 (accidente grave). En otras palabras: no es Chernóbil, pero sí lo bastante serio como para que la Autoridad de Seguridad Nuclear francesa tome nota y pida explicaciones detalladas.

Pasos básicos para reducir riesgos si trabajas con material radiactivo

Antes de que cunda el pánico, conviene recordar que la mayoría de incidentes se evitan con rutinas sencillas y un poco de disciplina cotidiana. Aquí van algunos recordatorios útiles si tu trabajo te acerca a zonas “calientes”:

  1. Revisa el EPI de arriba abajo antes de entrar y, sobre todo, antes de salir; una visera mal colocada vale más que mil teorías conspiranoicas.
  2. Confirma que tus detectores personales funcionan y llevan la alarma bien cargada; no, no es un reloj de pulsera de adorno.
  3. Respeta los pasos de descontaminación aunque la cinta transportadora de dosímetros parezca la cola del supermercado: tu cuello lo agradecerá.

Tener clara esta checklist (y cumplirla sin atajos) marca la diferencia entre un simple día en la central y un parón laboral de varios meses con papeleo incluido. Por cierto, recuerda que la mutua y la unidad médica hacen seguimiento: esto no es cuestión de “pasar pantalla” y listo.

Entonces, ¿cuándo volverá el trabajador a su puesto?

Aun sin lesiones, el operario ha alcanzado el límite reglamentario de exposición anual, así que deberá esperar a que empiece un nuevo ciclo de dosis permitidas. La empresa ya ha confirmado que recibirá vigilancia médica específica durante ese periodo de descanso forzoso.

Mientras tanto, la central nuclear de Gravelines continuará con el reactor n.º 1 parado por mantenimiento y con la lupa puesta en los protocolos. Porque, al final, una partícula diminuta puede liar la de Dios es Cristo… y dejar claro que en materia de radiación no existen los “pequeños” descuidos.

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