Un pescador de 12 años captura un lucio gigante y queda horrorizado al descubrir lo que había devorado

Una tarde de pesca cualquiera puede acabar en anécdota para contar en todas las comidas familiares. Que se lo digan a Avery, un chaval de 12 años que lanza la caña como el que echa una canica al aire en el río Ounasjoki, en el norte de Finlandia.

La caña se dobló más de lo habitual y, con un empujoncito del abuelo, emergió un lucio de cinco kilos, su nuevo récord personal. Hasta aquí, todo dentro del guion. Lo inesperado fue el “menú degustación” del pez: en su estómago aparecía un pato pequeño, entero y empezando a descomponerse. Sobra decir que el chaval se quedó con la boca tan abierta como su captura.

¿Cómo acabó un pato dentro de un lucio?

«Me preguntaba por qué estaba tan gordo», reconoció Avery aún con la adrenalina en las manos. La respuesta llegó al abrir el vientre del depredador: allí estaba el pato, sin digerir. El joven admitió: «Me quedé un poco horrorizado». No todos los días ve uno un pato donde debería haber escamas.

Anna Kuparinen, profesora de Ciencias Ambientales Acuáticas en la Universidad de Jyväskylä, lo explica sin dramatismos: el lucio es un cazador emboscado y, si un pato joven nada despistado, “puede terminar así”. Para la experta, hallar peces dentro de un lucio es de lo más normal; aves, no tanto, pero tampoco rompe las leyes de la naturaleza.

¿Es habitual que un lucio se trague un ave?

En el hemisferio norte, los lucios no se andan con remilgos: engullen peces, anfibios y, cuando se pone a tiro, polluelos de pato. Y en la Península Ibérica la película no cambia demasiado.

  • Lucio europeo (Esox lucius): especie alóctona presente en embalses como Riaño (León) y ríos como el Tormes (Salamanca), con una mandíbula que funciona como trampa de resorte.
  • Siluro gigante (Silurus glanis): otro invasor con fama de “tractor” del Ebro; estudios confirman que suma patos, ratas de agua e incluso palomas a la carta.

A ambos les sobran dientes y les faltan depredadores naturales, de ahí que campen a sus anchas y den estos sustos a la fauna local.

Impacto tienen estos depredadores en los ríos españoles

Cuando una especie llega donde no la llaman, se alteran las cadenas tróficas: los lucios reducen poblaciones de peces autóctonos y se meriendan anfibios o aves sin que ningún enemigo les ponga freno. En humedales manchegos, informes del IREC han documentado lucios cazando polluelos de ánade real y fochas comunes con la misma facilidad con la que tú te tomas un pincho de tortilla.

El siluro, por su parte, va un paso más allá: algunos ejemplares salen medio cuerpo fuera del agua para atrapar palomas despistadas. Cada presa que desaparece es un hueco menos en el ecosistema y, por tanto, un desequilibrio que acaba pagando la biodiversidad local.

Pasos si te encuentras con una especie invasora

En primer lugar, mantén la calma: devorar aves no convierte al lucio en monstruo, pero sí en vecino incómodo para el ecosistema. Si capturas uno, anota la localización exacta y el peso (las autoridades lo agradecerán). Después, consulta la normativa de tu comunidad autónoma: en muchas zonas es obligatorio sacrificar y no devolver al agua a las especies invasoras. Por último, informa al servicio de medio ambiente o a la guardería fluvial; cuantos más datos recopilen, mejor podrán frenar su expansión.

Así, la próxima vez que lances la caña, recuerda que bajo la superficie puede esconderse algo más que un pez con cara de pocos amigos… y con un pato entero para cenar.

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