De truchas muertas que nadan a plantas que imitan el plástico: la ciencia más disparatada vuelve a escena con sus galardones más esperados.
Una vez más, los premios IG Nobel han reunido a lo más singular del panorama científico mundial en una gala tan inverosímil como entrañable. Celebrados en formato híbrido, estos galardones que reconocen investigaciones “que primero hacen reír y luego pensar” han vuelto a demostrar que el humor también tiene cabida en la ciencia. Y entre las propuestas más sonadas, una se lleva todos los focos: un equipo de científicos japoneses ha demostrado que los mamíferos pueden respirar a través del ano.
La investigación, publicada en 2021 en la revista Med, partía de una observación: algunos peces, como las lochas, pueden absorber oxígeno a través de su intestino. ¿Sería eso posible también en ratones, cerdos… o incluso humanos? Para comprobarlo, los investigadores introdujeron oxígeno por vía rectal en estos animales, obteniendo tasas de supervivencia superiores frente a situaciones de hipoxia. Un hallazgo que no solo les ha valido el IG Nobel de Fisiología, sino que ya ha dado lugar a ensayos clínicos preliminares en humanos. De funcionar, podría suponer una alternativa inesperada y poco invasiva a la ventilación mecánica en ciertos cuadros respiratorios.
Plantas que imitan el plástico y truchas que siguen nadando
Pero no ha sido el único trabajo desconcertante premiado. En botánica, el galardón ha recaído en Jacob White y Felipe Yamashita, que descubrieron que algunas plantas reales tienden a imitar la forma de plantas artificiales que tienen cerca. Una suerte de camuflaje inverso que, aunque parezca una broma, apunta a estrategias evolutivas sorprendentes en entornos urbanos.
En la categoría de anatomía, un grupo francés ha concluido que el cabello humano tiende a girar en sentido horario principalmente en el hemisferio norte, mientras que en medicina, otro equipo ha demostrado que los placebos con efectos secundarios dolorosos son más eficaces que los que no los provocan. El dolor, al parecer, puede reforzar la sensación de que el tratamiento “funciona”.
También ha habido espacio para la física, con el IG Nobel concedido al estadounidense James Liao, que analizó en detalle el movimiento de una trucha muerta al ser arrastrada por una corriente, revelando complejidades del flujo hidrodinámico incluso en cadáveres.
Monedas, gusanos ebrios y vacas asustadas
En un tono más lúdico (si cabe), el premio en probabilidad ha ido a parar a un grupo de 50 investigadores que, tras lanzar más de 350.000 monedas, concluyeron que estas tienen una ligera tendencia a caer del mismo lado con el que empezaron. ¿Una pista para los indecisos?
En química, los premiados diseñaron una técnica de cromatografía para separar gusanos sobrios de los ebrios, mientras que en biología el reconocimiento ha sido póstumo: Fordyce Ely y William Petersen, quienes en 1940 investigaron si poner un gato sobre una vaca afectaba a su producción de leche. El resultado fue que sí: las vacas aterrorizadas daban menos leche.
Ciencia con sentido del humor
La ceremonia, como es habitual, ha estado cargada de teatralidad, discursos de agradecimiento de apenas 60 segundos y aviones de papel volando entre ponencias. En esta edición también se ha rendido homenaje a B.F. Skinner, galardonado a título póstumo en la categoría de Paz por su intento de desarrollar misiles guiados por palomas durante la Segunda Guerra Mundial. El premio fue recogido por su hija, visiblemente emocionada.
A medio camino entre el experimento surrealista y la innovación científica, los IG Nobel siguen consolidándose como una cita imprescindible para recordar que la ciencia también puede partirse de risa… y, a veces, empezar por el final del cuerpo.