Seguramente has fantaseado alguna vez con caminar sobre el agua sin convertirte en profeta ni llevar trucos de feria. Pues bien, a 11,6 kilómetros de Santander existe un pedacito de costa cántabra donde esa ilusión se hace realidad con la mera ayuda de la marea. Allí, un islote cubierto de verde, una cascada que se precipita en mitad de la arena y un tómbolo que aparece y desaparece según el horario de pleamar componen un decorado que parece sacado del final del mundo.
Tan pronto el Cantábrico engulle la playa como la descubre por completo, dejando una pasarela natural de arena fina donde los pies se sienten, literalmente, encima de las olas. Todo esto ocurre en la Playa de Covachos, un arenal coqueto de apenas 50 metros de largo cuya fama corre ya como la espuma. Y sí: llegar implica cierto ejercicio de piernas, pero las vistas garantizan un retorno inmediato de la inversión.
¿Dónde está la Playa de Covachos y cuánto mide, exactamente?
La Playa de Covachos se esconde en Soto de la Marina, municipio de Santa Cruz de Bezana (Cantabria), concretamente en las coordenadas 43°27’03’’ N, 3°56’41’’ O. Son unos 15 minutos de coche (11,6 km) desde el centro de Santander, lo justo para que tu café aún esté caliente cuando aparques. Frente a la orilla se alza la Isla del Castro, una formación rocosa alargada cubierta de vegetación que ejerce de mascota oficial del arenal.
Este enclave no solo presume de postal; también guarda historia. En 1641 un navío inglés quedó atrapado por un temporal y se partió contra el islote. Durante unas prospecciones dirigidas por el Laboratorio de Investigaciones Arqueológicas Subacuáticas (LIAS) en los años 80 aparecieron nueve cañones, dos anclas y decenas de proyectiles que hoy recuerdan aquel naufragio de película.
¿Cómo llegar sin dejarse las rodillas en el intento?
El coche te dejará en la parte alta del acantilado, pero el resto del camino depende de tu habilidad para negociar cuestas. Un sendero con 72 escalones te conduce hasta la mitad del descenso; a partir de ahí, la escalera se esfuma y manda una cuerda de seguridad durante los últimos 8 metros. Despacio y con buena letra (y un calzado que no sea de suela lisa, por favor) atravesarás ese tramo final entre roca y arena sin mayor problema.
El acceso, ojo, no es apto para carritos de bebé ni para quienes padezcan vértigo agudo. Por ello, si viajas con niños pequeños o personas con movilidad reducida, conviene valorar alternativas como la cercana playa de San Juan de la Canal, a solo 1,3 km.
¿Por qué parece que caminas sobre el agua?
El secreto se llama tómbolo, un cordón de arena que conecta la playa con la isla cuando la marea baja por debajo de 1,5 m. En esas horas, el Cantábrico retrocede y deja al descubierto un auténtico paso de peatones marino; dos o tres horas más tarde, cuando la pleamar supera los 4,5 m, el puente desaparece y el islote vuelve a quedar sitiado por el agua. Planificar la visita con la tabla de mareas de Santa Cruz de Bezana es más importante que meter el bocata.
Además, el contraste entre el azul intenso del mar, el beige del tómbolo y el verde que tapiza la Isla del Castro convierte cada fotografía en una tarjeta-postal instantánea, sin necesidad de filtros “caribeños”.
Cascada secreta: agua dulce que se lanza de cabeza al Cantábrico
Como guinda, una caída de agua dulce (de apenas 2 litros por segundo en época seca) brota de las rocas calizas y se precipita directamente sobre la arena. No se conoce con certeza el origen del manantial, aunque los geólogos apuntan a un sistema kárstico típico de la zona. El espectáculo mezcla sal y río en un mismo fotograma, algo poco habitual en playas del norte.
Eso sí, la cascada luce mejor tras días de lluvia. En pleno agosto el caudal se reduce y puede que solo veas un hilo tímido; aun así, el sonido del goteo aporta un contrapunto zen al estruendo habitual del Cantábrico.
Pasos prácticos para disfrutar la visita sin sobresaltos
Antes de lanzarte a la aventura, conviene tener claro que Covachos es playa nudista no oficial y carece de servicios básicos (socorrista, duchas o chiringuito). Siguiendo estos cinco puntos evitarás sorpresas desagradables:
- Consulta la tabla de mareas y llega dos horas antes de la bajamar para cruzar al islote con calma.
- Calzado antideslizante para el descenso: las chanclas quedan para la arena fina.
- Mochila ligera; necesitarás manos libres para agarrarte a la cuerda final.
- Bolsa estanca para móviles y llaves, sobre todo si planeas saltar al agua desde las rocas (práctica no recomendada, pero habitual).
- Respeto máximo: recoge tu basura y deja conchas y flora exactamente donde estaban.
El resultado será una experiencia de “fin del mundo” que cuesta 0 euros, pero deja recuerdos de millón y medio. Por cierto, el aparcamiento es gratuito, aunque se llena rápido en julio y agosto; llegar antes de las 11:00 suele garantizar sitio.