¿Alguna vez has salido del súper pensando que aquello de “lo importante es el precio” era solo un eslogan simpático mientras la cesta seguía adelgazando tu cuenta corriente? Seguro que te suena eso de ir a “hacer la compra” y acabar averiguando que tu hiper favorito no es tan patrio como aparenta. Sin embargo, que no cunda el pánico: en España llevamos décadas conviviendo con marcas que se han puesto chaqueta nacional para disimular su aroma francés.
De hecho, algunas nacieron con nombre galo y, con el tiempo, cambiaron hasta la fachada para no levantar sospechas. Hoy repasamos esos disfraces de pasillo y, ya de paso, te contamos algún truco para que la próxima vez no te den gato por queso. Ponte cómodo, que la historia arranca en los años 60, pasa por 1973, se lía en los 80 y se resuelve en el año 2000.
¿Por qué Carrefour quiso camuflarse en España?
En 1973, los hipermercados franceses Carrefour desembarcaron en nuestro país, tal cual, con su inconfundible nombre afrancesado. Poco después se aliaron con Simado y lanzaron una cadena llamada, a secas, Hiper; era tan genérica que provocaba más bostezos que entusiasmo en los pasillos. Nada terminaba de cuadrar: “Carrefour” sonaba demasiado extranjero e “Hiper” demasiado soso.
Por eso, a mediados de los 80 recuperaron Pryca, siglas de “precio y calidad”, una marca que ya habían utilizado en los 60 y que, esta vez sí, parecía hecha a medida para la España de la Expo y la Movida. El cambio funcionó tan bien que la palabra “Carrefour” desapareció de los rótulos durante casi dos décadas, hasta que en el año 2000 reapareció con la fusión de Pryca y Continente. Eso sí que fue un giro de guion digno de oferta de fin de semana.
Del “Continent” al “Continente” y “Auchan” hecho “Alcampo”: otros disfraces franceses
El caso de Continente fue calcado: el grupo francés Continent eliminó una “n” y añadió una “e” para parecer más castizo. El truco duró hasta la citada fusión de 2000, cuando se volvió a colocar la marca Carrefour sobre la puerta sin complejos.
Mención aparte merece Alcampo, que en Francia responde al elegante nombre de Auchan. Aquí optaron por trasladar el concepto “au champ” (“al campo”, en la lengua de Molière) y escribirlo tal cual, con ese aire campechano que invita a llenar el carrito sin miedo a los formalismos. Ya se sabe que, en cuestión de marketing, a veces basta con una tilde y un soupçon de ingenio para parecer del barrio.
Si nos vamos al norte, Eroski presume de etimología vasca: nace de “erosi” (comprar) y “toki” (lugar), es decir, “el lugar donde se compra”. Otra teoría sugiere que la terminación ‑ki alude a “kide” (socio), muy apropiado para una cooperativa. Curiosamente, a finales de los 60 se llamaba Comerco, pero Nestlé ya tenía registrada esa marca y tocó rebautizarse.
En Granada, Covirán también esconde historia. Se trata de la abreviatura de “Cooperativa Virgen de las Angustias”, patrona de la ciudad. Lo religioso y lo comercial conviven así en unos pasillos donde mandan la oferta del día y el peso exacto del jamón ibérico.
Cómo detectar el ADN extranjero de tu súper sin volverte loco
Antes de lanzarte a llenar la cesta, conviene afinar la vista y la memoria. A continuación encontrarás un pequeño recordatorio para que identifiques el verdadero pasaporte de tu hipermercado favorito:
- Revisa los letreros antiguos o las promociones vintage: a veces asoma el nombre original entre carteles de rebajas.
- Busca la fecha de llegada a España: si apareció de golpe en 1973 o en los 80, huele a importación con retoque.
- Fíjate en los guiños lingüísticos: siglas como Pryca o mezclas bilingües tipo Alcampo suelen esconder traducciones creativas.
- Consulta la web corporativa: allí confiesan su árbol genealógico con más claridad que en la etiqueta del queso rallado.
Con estos cuatro pasos, detectarás al instante si tu tienda de confianza nació en Lyon, Bilbao o Granada. Así, además de comparar precios, podrás presumir de saber qué hay detrás de cada logotipo.