A veces un chollo te guiña el ojo y crees que has encontrado oro. Un piso barato, en buena zona y con posibilidades de reforma, suena a plan redondo. Eso pensó la inversora inmobiliaria, que contó su experiencia en Instagram. La vivienda estaba okupada, pero el precio parecía compensarlo. En la zona, los pisos rondaban los 40.000 euros y este se vendía por 26.000 euros. La idea era clara: comprar, reformar y alquilar; la realidad, bastante distinta.
¿Qué compró y por cuánto? Los números clave de la operación
Helena se lanzó a por lo que veía como “la oportunidad de oro”: un piso en una zona que consideraba buena, con mercado alrededor de 40.000 euros y etiqueta de ganga por estar okupado. Según relató, “Una vez compré una vivienda okupada” y asumió el riesgo como parte del negocio.
A continuación, los importes y datos concretos que ella misma puso sobre la mesa:
Concepto | Importe o detalle |
---|---|
Precio de compra del piso | 26.000 euros |
Precio de mercado en la zona (estimación de la inversora) | 40.000 euros |
Pago a empresa de negociación con el okupa | 3.000 euros |
Cantidad que el okupa quería para irse | 3.000 euros |
Coste de la reforma | No especificado |
Resultado de la venta | No perdió ni ganó |
Pagó en efectivo y sin ver el inmueble, con la vista puesta en una reforma rápida y un alquiler posterior. En su propio tono irónico, se dijo aquello de “¿Qué puede salir mal? Este es un plan sin fisuras”.
¿Cómo desalojó al okupa y cuánto dinero tuvo que poner?
La estrategia pasó por contratar a una empresa que negociara la salida del okupa. Ese servicio costó 3.000 euros y, además, el okupa quería otros 3.000 euros para dejar la vivienda. El día clave le entregaron un documento tipo contrato con la fotocopia del DNI del ocupante.
Ahí llegó la sorpresa que le cambió el guion: “Vi en su DNI que estaba empadronado en el piso”. Según su propio relato, “Ahí aprendí que los okupas se pueden empadronar en una vivienda, resulta que es legal”. El empadronamiento es, en esencia, figurar en el registro municipal del domicilio, y ese detalle complicó la jugada más de lo esperado.
¿Qué pasó con la reforma y la venta del piso?
Tras el desalojo, acometió una reforma ajustada porque “los márgenes estaban muy justos”. Eligió al reformista más barato y le salió rana: a mitad de obra la dejó tirada y se llevó el dinero. Para rematar, los posibles compradores le cancelaban visitas en la puerta porque se trataba de uno de los barrios más peligrosos de Madrid. Un festival.
La situación se alargó y, como explicó, pasó un año hasta que pudo quitarse la propiedad de encima. La salida llegó con unos compradores extranjeros que aceptaban terminar la reforma si ella vendía por un precio concreto. Era una cifra en la que no perdía ni ganaba, así que entregó las llaves “con un lazo”.
¿Qué puedes aprender si te planteas comprar una vivienda ocupada?
El caso deja varias lecciones útiles para cualquiera que esté tentado por un “chollazo” parecido. La propia protagonista admitió que “yo no tenía experiencia”, y eso pesó en decisiones clave.
- Valora el precio real de la zona frente al precio de ganga y añade todos los costes colaterales que pueden aparecer (negociación, salidas pactadas, obras).
- No compres a ciegas: ver el piso y su estado real evita sorpresas que luego son caras.
- Comprueba la situación administrativa del ocupante, incluido si figura empadronado en la dirección.
- Reserva margen para una reforma imprevista y desconfía del “más barato” cuando el margen ya viene justo.
- Ten un plan de salida realista: si la zona espanta visitas, vender será cuesta arriba.
- Asume que los plazos pueden alargarse y que inmovilizar capital un año no es gratis.
En resumen, el descuento inicial no lo es todo si detrás hay negociaciones, papeleo y chapuzas que comen el margen. La propia inversora cerró su historia con una frase que resume bien la película: “Aprendí que lo barato sale caro”.