Cuando paramos en la gasolinera y vemos el cartel de “100 % renovable” nos asalta la misma duda: ¿será tan limpio como promete o es solo marketing? Quizá te hayas sorprendido al saber que tu coche diésel de toda la vida puede circular con estos nuevos carburantes sin pestañear.
De hecho, la batalla contra el CO2 no pasa solo por electrificarlo todo, sino por exprimir cada gota de ingenio en los motores que ya ruedan. Aquí entra en juego la neutralidad de emisiones: lo que el tubo de escape libera hoy lo absorbieron antes plantas y residuos. Y sí, el asunto se divide en dos grandes familias (biocombustibles y combustibles sintéticos), cada una con su propia intrahistoria. ¿Listo para destriparlas sin tecnicismos innecesarios? Arrancamos.
Por qué hablamos ahora de combustibles renovables
Repostar gasolina o diésel “tradicional” sigue siendo la norma, pero la preocupación por el calentamiento global acelera la búsqueda de alternativas que encajen en los surtidores actuales. Los combustibles renovables logran un balance neutro de CO₂ porque la misma cantidad que emiten al quemarse fue capturada previamente en su ciclo de vida.
En la práctica, esto significa que, sin cambiar de coche ni de rutina, podemos reducir la huella de carbono del tráfico rodado. El reto está en la producción: aprovechar residuos y energías limpias para que el proceso completo (no solo la combustión) sea realmente sostenible.
Biocombustible de segunda generación
Olvídate de cultivos plantados para llenar depósitos. Los biocombustibles de segunda generación se fabrican con desechos agrícolas y restos de la industria alimentaria: aceites de cocina usados, podas y biomasa que antes acababan en la basura.
El ejemplo más tangible es el biodiésel, ya disponible en algunas estaciones de servicio españolas y apto para turismos, camiones, autobuses, calefacción e incluso maquinaria industrial. En gasolina la cosa va por fases: la mezcla E5 incorpora un 5 % de etanol, bioalcohol procedente de residuos, y la E10 sube la apuesta hasta el 10 %. Conviene comprobar si tu vehículo acepta E10; casi todos los modernos sí, pero los clásicos pueden quejarse.
¿Cómo funcionan los combustibles sintéticos o e‑fuels?
Aquí la magia sucede en la refinería: se captura CO₂ directamente de la atmósfera y se combina con hidrógeno obtenido con energías renovables. El resultado es un carburante que imita las propiedades de la gasolina o el diésel, pero sin sacar un solo barril de petróleo.
Por ahora estos e‑fuels no se venden al público; se ven en competiciones y proyectos piloto. El escollo principal es la enorme energía requerida para producir hidrógeno, de ahí que la electricidad usada deba ser 100 % verde si queremos mantener el balance neutro prometido.
¿Cuánto cuestan y qué truco hay para no arruinarse al repostar?
Sí, llenar el depósito con biodiésel o con la futura biogasolina sale algo más caro que con su versión fósil. La diferencia no es astronómica, pero duele igual que la subida del café de máquina.
Repsol ha encontrado una manera de endulzar la factura: compra aceite de cocina usado a 0,30 € el litro y lo suma a su plan Waylet, con un límite de cinco litros diarios. Un trueque simpático (y ligeramente irónico) que convierte tu fritura de calamares en descuento directo para la próxima visita al surtidor.
Pasos para sumarte hoy mismo
Antes de lanzarte a la bomba renovable, ten claro qué puedes hacer desde ya para contaminar menos sin cambiar de coche ni hipotecar tu sueldo.
- Guarda el aceite de cocina usado en garrafas y llévalo a las estaciones de Repsol que lo compran para Waylet: ganarás 0,30 € por litro y fomentarás la producción de biodiésel.
- Comprueba en el manual de tu coche si admite gasolina E10; si la respuesta es sí, podrás reducir un 10 % el consumo de combustible fósil de un plumazo.
- Pregunta en tu taller por la compatibilidad con biodiésel de segunda generación; la mayoría de diésel moderno lo aceptan sin modificaciones, pero más vale asegurarse.
Con estos tres gestos sencillos, tu rutina de repostaje se convierte en un pequeño golpe de efecto contra el CO₂. Porque cada litro cuenta, y porque, seamos sinceros, a nadie le amarga un ahorro extra en la aplicación del móvil.