Quizá este verano hayas paseado por la playa de Benalmádena y te haya abordado un vendedor con hombreras de culturista y voz flamenca que entona Soy gitano sin pestañear. Si sacaste el móvil para grabarlo, tranquilo: no fuiste el único, sus vídeos arrasan cada temporada.
Detrás de esa escena hay un viaje de 25 años, decenas de oficios y una madre “superheroína” que lo inspira a diario. Abu (Chapali para los amigos y “Camarón africano” para el resto) no solo vende pulseras; vende resiliencia. En invierno cambia la arena por los andamios y los surcos del campo, pero jamás aparca su sonrisa. Hoy repasamos las cifras crudas y los pasos que explican por qué su buen rollo es tan contagioso.
¿Por qué todo el mundo reconoce a Abu en la playa de Benalmádena?
Párate un segundo y observa: dos hombreras gigantes sostienen kilos de pulseras, llaveros y pinzas de pelo mientras él canta como si estuviera en la Feria de Abril. Cuando alguien le pregunta por esos “músculos a la vista”, remata con humor: “Son el efecto de cinco años de gimnasio”; chascarrillo que su clientela celebra a carcajadas.
Pero el truco no está solo en las ventas. Cada verano, turistas y vecinos suben sus actuaciones a redes sociales y, zas, la magia se multiplica. Su impecable sonrisa, su acento flamenco y el apodo de “Camarón africano” convierten esos clips en un reclamo turístico improvisado que, de paso, le garantiza clientela fija.
¿Cómo pasó de estudiante de Filosofía en Senegal a icono playero en Málaga?
Antes de cargar collares, Abu cargaba libros. Nació hace 50 años en Senegal, país que describe con orgullo porque “no hay mucho dinero, pero hay solidaridad y una tierra preciosa”. Alcanzó la universidad y cursaba Filosofía hasta que el fallecimiento de su padre lo obligó a dejarlo todo: la economía familiar, con diez hermanos a cuestas, dependía únicamente de su madre.
A partir de ahí, la ruta fue tan larga como dura: meses recorriendo África, trabajando en talleres, en el campo y en mercadillos para reunir “pasta” y pagar el billete más arriesgado de su vida, una patera rumbo a España. Veinticinco años después, sigue currando sin descanso porque, como él mismo suelta, “me hace tan feliz vender por la playa porque he sufrido muchísimo en el pasado”.
A continuación tienes un vistazo rápido a los hitos de su periplo:
Dato clave | Cifra o referencia |
---|---|
Edad actual | 50 años |
Años desde que llegó a España | 25 años |
Hermanos con los que creció | 10 |
Tiempo “de gimnasio” en sus hombros (broma) | 5 años |
Ocupación en verano | Venta ambulante en la playa de Benalmádena |
Ocupación resto del año | Construcción y trabajo agrícola |
Como ves, cada número encierra un tramo de camino y un golpe de suerte bien aprovechado.
¿Qué le mantiene en pie después de tanta tralla?
Lo primero, la alegría colectiva de la costa: “En la playa todo el mundo está contento y eso me encanta”, suelta mientras coloca un llavero. Lo segundo, la gratitud hacia su madre, a la que sigue llamando “superheroína” con los ojos brillantes. Y, por supuesto, el cariño local: en Benalmádena ya lo consideran parte del paisaje estival, mitad músico improvisado, mitad vendedor incansable.
Además, su rutina anual (playa en verano, obra o campo el resto del año) le permite hilar ingresos sin depender de jefes fijos; un equilibrio que valora tanto como el sol malagueño.
¿Cómo puedes apoyar a trabajadores ambulantes como Abu?
Uno de los mayores retos para quienes se ganan la vida puerta a puerta o toalla a toalla es la inestabilidad. Si te apetece echar un cable sin complicarte la vida, toma nota:
- Compra de forma directa y paga el precio completo; el regateo agresivo les resta margen de supervivencia.
- Comparte en redes contenidos que visibilicen su trabajo (sin ridiculizar) para atraer más público.
- Practica la empatía: un “gracias” o un simple “buenos días” humaniza la venta y anima la jornada.
Con gestos pequeños, contribuyes a que historias como la de Abu sigan escribiéndose con banda sonora flamenca y, lo más importante, con una sonrisa capaz de iluminar toda la Costa del Sol.