La bioluminiscencia no es solo cosa de documentales de madrugada ni de viajes lejanos. Basta con acercarse a ciertas orillas españolas, esperar a que anochezca y… ¡magia azul! Si alguna vez agitaste una pulsera fluorescente, el efecto te resultará familiar, pero aquí el “truco” lo hace la propia naturaleza.
Organismos tan diminutos como el plancton o tan conocidos como las medusas reaccionan al movimiento del agua y la iluminan como si alguien hubiese instalado luces de neón bajo las olas. El espectáculo es efímero, caprichoso y totalmente gratuito; lo único que necesitas es paciencia y oscuridad. Y sí, podrás sacar la foto que presumirás en todas tus redes sociales sin tener que vaciar la hucha en un vuelo intercontinental.
¿Qué es la bioluminiscencia y por qué sucede?
La escena tiene nombre científico: Noctiluca scintillans, un microorganismo que, cuando se estresa o se concentra en grandes grupos, libera destellos azulados. Este “mar de Ardora”, como lo llaman en Galicia, se vuelve más intenso cuando las olas golpean con fuerza y la contaminación lumínica brilla… por su ausencia.
Por tanto, conviene elegir noches sin luna llena y alejarse de farolas, chiringuitos y focos playeros. Así, cada ola se convierte en una línea fluorescente y cada pisada en la orilla deja un rastro de chispas diminutas.
¿Qué playas españolas presumen de bioluminiscencia?
Aunque los vídeos virales suelen llegar desde Maldivas, en España existen 7 rincones donde la naturaleza saca su lámpara azul. Primero, un rápido vistazo:
- Playa de Balarés (Ponteceso, A Coruña)
- Playa de Os Riás (Malpica, A Coruña)
- Playa de Rebordelo (Cabana de Bergantiños, A Coruña)
- Playa de O Ézaro (Dumbría, A Coruña)
- Playa de Carnota (Carnota, A Coruña)
- Playa de Levante (La Línea de la Concepción, Cádiz)
- Playa de Águilas (Águilas, Murcia)
Las cinco primeras forman parte de la Costa da Morte, donde el “mar de Ardora” florece sobre todo en verano, cuando la temperatura del agua se suaviza. En el sur, Cádiz y Murcia ofrecen destellos más esporádicos, pero igualmente hipnóticos si la suerte (y el plancton) acompaña.
Cómo preparar tu visita nocturna sin contratiempos
Ir a la caza de luces marinas no requiere equipo de submarinismo ni permiso especial, pero sí algo de estrategia. Primero, consulta la previsión del oleaje: cuanto más revuelto esté el Atlántico o el Mediterráneo, mayor será la probabilidad de chispazos azules. Además, llega al arenal antes de que caiga la noche para localizar zonas sin farolas ni urbanizaciones cercanas.
Después, evita focos, móviles en modo linterna y flashes fotográficos; tus ojos necesitan adaptarse a la oscuridad durante unos 20 minutos. Si decides mojarte los pies, hazlo con calma: cada paso sobre la espuma agitará el plancton y multiplicará los destellos, regalándote un recuerdo que, literalmente, brillará en tu memoria durante mucho tiempo.