Aparece una ciudad española bajo un río con tesoros arqueológicos de valor incalculable

Perder de vista un pueblo entero es algo que, por suerte, no nos pasa todos los días. Sin embargo, cualquiera que haya paseado por la cuenca del río Tinto (Huelva) sabe que el terreno guarda más secretos de los que deja entrever. Hace cuatro décadas, las montañas de residuos mineros se tragaron las calles, las bañeras y hasta el primer campo de fútbol de España.

Hoy, el hallazgo de restos bien conservados bajo esos estériles hace que el viejo Río Tinto vuelva a acaparar titulares. Y quizá, mientras lees estas líneas, te preguntes qué tesoros esperan ahí abajo y cómo un lugar de 7.000 habitantes pudo desvanecerse casi sin hacer ruido. Vamos, por partes, que la historia viene cargada de fechas, nostalgias y hasta un guiño a la NASA.

¿Cómo y cuándo quedó enterrado Río Tinto?

En 1984 comenzaron los vertidos que terminaron sepultando la localidad originaria bajo toneladas de material de la mina onubense. Dos años después, en 1986, ya no quedaba ni rastro visible de las casas que, en su día, presumían de electricidad y bañeras cuando media España seguía con candiles y barreños. La mudanza forzosa fue gradual: los vecinos pasaron puerta con puerta a la actual Minas de Riotinto, dejando para el recuerdo la última residente de la calle Méndez Núñez.

El desalojo borró también el césped, donde los ingleses de la Riotinto Company Limited introdujeron el football en España. A falta de graderío, hoy lo que queda es una maqueta hiperrealista del antiguo caserío, campana municipal incluida, guardada bajo llave en la vieja Casa de Dirección. Ahí, Fernando Durán, uno de los “dos o tres” supervivientes del pueblo original, vigila que la historia no se oxide.

¿Por qué vuelve a fascinar un pueblo que ya no se ve?

El redescubrimiento no solo apela a la nostalgia: bajo el polvo permanecen vestigios de la primera protesta ecologista del país y de aldeas mineras desaparecidas, como La Naya, que llegó a tener su propia iglesia evangélica y un sistema pionero para convertir residuos fecales en abono. Además, el paraje donde la NASA ensayó el rover Curiosity antes de enviarlo a Marte, por el asombroso parecido químico con el planeta rojo, suma un ingrediente casi de ciencia ficción.

En consecuencia, el hallazgo abre la puerta a futuros estudios arqueológicos y, quién sabe, a un nuevo tirón turístico para la zona. No deja de ser irónico que, tras décadas produciendo cobre, la mina encuentre ahora otro filón: la historia misma.

Cómo exprimir al máximo tu escapada a Minas de Riotinto

Planear la visita no tiene misterio, pero conviene llegar con los deberes hechos. Hoy, Minas de Riotinto alberga 3.700 habitantes y sigue latiendo al ritmo de la explotación de cobre de Atalaya Mining. Aun así, hay paradas imprescindibles más allá de la mina en activo.

  • Recorrer en tren turístico el lecho rojizo del río Tinto y asomarse a los restos de antiguas aldeas.
  • Pasear por Bella Vista, el coqueto barrio inglés de 1881, y cotillear la primera mesa de billar de Andalucía.
  • Practicar golf, law‑tennis o cricket en los mismos terrenos donde los británicos se entretenían, sin olvidar echar un partidillo de fútbol en el lugar que lo vio nacer en España.
  • Solicitar (con paciencia de minero) la llave del Museo del Pueblo para admirar la maqueta y la campana del viejo ayuntamiento.

Antes de marcharte, date un respiro en alguno de los bares del centro y brinda, con refresco, que aquí se trabaja duro, por un pasado que se resiste a quedarse bajo tierra. Lleva calzado cómodo y protección solar: el terreno es pedregoso y el sol onubense no perdona. Infórmate con antelación sobre los horarios del tren turístico y la disponibilidad de guías; las plazas vuelan en temporada alta.

Por último, reserva un rato para el Centro de Interpretación Minero: entenderás por qué, desde la época romana, esta zona ha sido un imán para buscadores de metal… y de historias enterradas.

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