Si al abrir la nevera notas que cada vez hay más aguacates que naranjas, no eres el único. El “oro verde” se ha colado en nuestra compra semanal y ya no suelta el trono. Sin embargo, el sur, antaño paraíso tropical, empieza a hacer aguas (literal y metafóricamente) mientras el norte se postula como plan B. De entrada sorprende: ¿aguacates bajo la lluvia gallega? Pues sí, y la cosa va en serio. A los agricultores andaluces les faltan litros y les sobran grados; a los gallegos, al revés. Por eso Andalucía se resiente y Galicia toma posiciones. La historia va de suelos que drenan bien, brisas que no arrancan hojas y precios que, admitámoslo, no son moco de pavo.
¿Qué ha fallado en la cuna andaluza del aguacate?
Andalucía lidera todavía las casi 24 000 hectáreas españolas dedicadas al cultivo, pero la corona pesa. Sequías cada vez más largas y picos de calor por encima de 40 °C han puesto en jaque a los productores. Regar cuesta más que nunca, los acuíferos como el de la Viñuela están bajo mínimos y las olas de calor reducen la floración. Resultado: menos fruta y más quebraderos de cabeza en la Axarquía malagueña, hasta hace poco “la Meca” del sector.
Para exprimir aún más la preocupación, las temperaturas extremas disparan los costes de riego y obligan a replantear plantaciones enteras. Por eso muchos miran al norte con cierta envidia: allí el agua llega sola del cielo y el termómetro rara vez rompe récords.
¿Por qué Galicia huele ahora a trópico?
Hasta 2022 se contabilizaban al menos siete hectáreas de aguacate en la provincia de Pontevedra, y los técnicos de la Asociación Galega de Cooperativas Agroalimentarias (AGACA) calculan que esa cifra ya se ha duplicado. El tirón viene, claro, de los “altos precios de mercado” que señala su director, Higinio Mougán, y de la demanda que no afloja desde 2023, cuando las frutas tropicales superaron por primera vez a los cítricos en consumo nacional.
El investigador del CSIC Iñaki Hormaza lo resume fácil: el clima gallego, suave y húmedo, se parece más al origen centroamericano del aguacate que la Andalucía desértica de hoy. Pero cuidado: las heladas puntuales, los vientos del Atlántico y los suelos encharcables siguen siendo enemigos a batir, como recuerda Pablo Porto, técnico de Vivaz Plant, empresa que asesora las fincas del Baixo Miño.
Cómo saber si tu parcela gallega vale oro verde
Antes de plantar, conviene sacar la lupa y comprobar que el terreno cumple mínimos. Ojo, solo una lista, pero bien clarita:
- Drenaje rápido: nada de charcos eternos tras un chaparrón.
- Protección frente al viento: setos, cortavientos o laderas orientadas al sur.
- Suelo profundo y aireado: las raíces del aguacate son finas y nada amigas del barro compacto.
- Altitud moderada: menos de 300 metros para evitar heladas serias.
- Acceso a riego de apoyo: la lluvia gallega ayuda, pero los veranos secos también existen.
Con estos cinco requisitos, la probabilidad de éxito sube y los sustos por clima extremo bajan. Además, revisar cada parcela evita desembolsos innecesarios en tutores, coberturas o drenajes de última hora.
¿Asturias también se suma a la fiesta?
A apenas 300 kilómetros, en Porrúa (Asturias), vive desde 1906 el aguacatero europeo más veterano: su copa ronda los 30 metros de diámetro y demuestra que el Cantábrico no es territorio prohibido. Inspirado por él, el emprendedor Andrés Ibarra fundó Aguacastur y detectó miles de árboles dispersos, algunos con hasta cuatro floraciones anuales. La humedad ambiental ha permitido incluso soportar puntas de –5 °C sin daños serios, un dato que desmonta muchos miedos.
Con estos precedentes, productores norteños opinan que es cuestión de tiempo que el cultivo se consolide. Menos calor, más agua y menor presión urbanística dibujan una “Axarquía del norte” en potencia.
Por muy tentador que resulte subirse a la moda tropical, la prudencia manda. Solicita un análisis de suelo antes de invertir, calcula el coste real del riego de apoyo y pacta con tu cooperativa las condiciones de comercialización. Recuerda que menos del 1 % de las flores cuaja en fruto y que las recolecciones forzadas durante temporales disparan las mermas. En definitiva, el aguacate promete, pero solo a quien hace los deberes.