Seguro que alguna vez has soñado con montar en avión, cruzar medio planeta y aterrizar donde los canguros hacen de vecinos. No eres el único: cada vez más españoles empacan la maleta buscando un sueldo que no se esfume el día 25. Australia brilla en esa lista de destinos porque presume de sol, surf y nóminas que no dan tanta pereza. Quien lo cuenta clarito es Miriviyi, una catalana que ahora llama “casa” a la otra esquina del mapa. Para ella, regresar a Cataluña es, literalmente, su «plan Z» y solo ocurriría si todo le va “muy muy muy mal”. Su historia invita a comparar (sin anestesia) lo que se gana y lo que se pierde a un lado y al otro del globo.
¿Qué ofrece Australia que España no?
La primera diferencia salta a la vista (y al bolsillo): en Australia el desempleo es bajo y los salarios compiten al alza, lo que se traduce en más tiempo y dinero para vivir fuera de la oficina. Allí, comenta Miriviyi, el sueldo “te da para ahorrar y gastar” sin hacer funambulismo financiero al final de mes.
Además, el equilibrio laboral‑personal parece jugar a favor de los oceánicos. Mientras en España se curra todo el año para rascar «solo un mes de vacaciones», en tierras aussie es habitual juntar días libres suficientes para comprar un vuelo, hacerse con un iPhone y seguir metiendo euros en la hucha. Nada mal para quienes no quieren renunciar ni al ocio ni al futuro.
Las quejas de Miriviyi: del sueldo al mes de vacaciones
«Se me queda pequeño», confiesa cuando piensa en volver a España. Su queja principal es que muchos compatriotas necesitan dos trabajos para permitirse un capricho mínimo. Y, por si fuera poco, la recompensa se limita a treinta días libres tras doce meses pegados a la silla.
La joven remata con una comparación que duele: «¿Tengo mi carrera, pero, ¿me tengo que estar peleando con 50.000 personas… para que me paguen bien?» Esa lucha, dice, se repite en casi cualquier sector y, francamente, no entra en sus planes. De ahí que repita, sin rodeos, “no veo el momento de volver”.
¿Cuándo se plantearía volver a Cataluña?
«Es mi plan Z», insiste. Solo regresaría si la experiencia australiana se torciera hasta el punto de no encontrar salida. Ni el acento ni la nostalgia pesan lo suficiente cuando la cuenta corriente respira tranquila.
Por ahora siente que el país oceánico aún le ofrece lecciones pendientes. «Creo que España no es mi país», resume; una frase que, pese a lo rotunda, subraya la posibilidad de que su historia sea la de muchos jóvenes desencantados con los sueldos de aquí.
Cómo preparar tu propio salto a Australia
Si al leer esto te ha picado el gusanillo, conviene ir con los deberes hechos.
- Evalúa tu perfil profesional y contrasta si encaja en los empleos con mayor demanda allí.
- Investiga a fondo los visados disponibles; cada permiso tiene requisitos y plazos distintos.
- Ahorra lo suficiente para el billete de ida y los primeros meses de alojamiento sin apuros.
- Prepara tu currículum en inglés (formato australiano) y afina tu nivel de conversación.
- No idealices: el cambio promete, pero implica papeleo, adaptación y un jet lag de campeonato.
Por tanto, dar el salto a Australia puede ser una oportunidad real si vas con la cartera, la documentación y las expectativas bien atadas. Antes de decidir, sopesa cuánto valoras tu tiempo libre y tu capacidad para ahorrar. Si tus prioridades encajan con las ventajas que describe Miriviyi, quizá haya llegado el momento de comprar ese billete largo, muy largo, de avión.